Existen muchas medidas estrictas de protección para garantizar que las vacunas contra la COVID-19 sean seguras. Como todas las vacunas, las que se desarrollen contra la COVID-19 se deberán someter a un riguroso proceso de ensayos en muchas fases, incluidos ensayos amplios (fase III) que abarcan a decenas de miles de personas. Esos ensayos, que incluyen a personas de alto riesgo respecto de la COVID-19, están especialmente concebidos para identificar cualquier efecto secundario habitual.
Si un ensayo clínico revelara que una vacuna contra la COVID-19 es segura y eficaz sería preciso realizar una serie de exámenes independientes sobre su eficacia y seguridad, incluidos el examen y la autorización reglamentarios en el país de fabricación, antes de que la OMS considerase un producto vacunal con miras a la precalificación. Una parte de ese proceso entraña también un examen de todos los datos probatorios de la seguridad obtenidos por el Comité Consultivo Mundial sobre Seguridad de las Vacunas
Un comité de expertos externo convocado por la OMS analizará los resultados de los ensayos clínicos, junto con los datos probatorios sobre la enfermedad, los grupos etarios afectados, los factores de riesgo y otra información, y determinará si se deberían utilizar las vacunas, y de qué manera. Las autoridades de cada país decidirán si autorizan el uso de las vacunas en sus jurisdicciones y elaborarán políticas relativas a la manera de utilizarlas, en base a las recomendaciones de la OMS.Una vez que se introduzca una vacuna contra la COVID-19, la OMS apoyará la labor de los fabricantes de vacunas, los funcionarios del ámbito sanitario de cada país y otros asociados, con miras al seguimiento continuado de cualquier posible problema de seguridad.